Optimización de los Programas Nutricionales en la Avicultura


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INTRODUCCIÓN

El trabajo de los nutricionistas consiste en obtener los mejores resultados productivos posibles de los animales con los medios de los que disponen y en un marco económico de rentabilidad, por lo que quizás haya llegado el momento de replantearse algunas estrategias.

Para los responsables de la nutrición de las empresas dedicadas a la producción de carne de pollo, la alimentación de los animales es un rompecabezas, en el que hay que ajustar una serie de piezas que, muchas veces, no tienen demasiada relación entre sí. Por un lado están los factores genuinamente nutricionales, que tienen una estrecha relación con la determinación de las necesidades de los animales y con los aportes teóricos de las materias primas. Las necesidades están, en teoría, bien definidas y se pueden encontrar en las tablas de numerosas publicaciones científicas, elaboradas a partir del trabajo realizado en fundaciones, universidades y centros de investigación, empresas dedicadas a la nutrición animal o en las recomendaciones de las empresas que trabajan en la mejora de las estirpes animales. Los aportes de nutrientes, siempre que se trabaja con materias primas más o menos habituales, son también conocidos. Así pues, en teoría, y con el uso de programas informáticos no demasiado complejos, debería ser fácil ajustar las fórmulas de los piensos para obtener los resultados zootécnicos esperados y constantes. Lamentablemente, esto no es siempre así. Fórmulas que llevan tiempo utilizándose con buenos resultados dejan, misteriosamente, de funcionar. Cambios en la formulación de los piensos, en teoría arriesgadísimos, no generan alteraciones evidentes de los resultados, mientras que cambios en apariencia menores producen efectos catastróficos, por lo que los profesionales de la nutrición tienden a ser más bien conservadores.

Por otra parte, y por si lo anterior no resultase bastante molesto, hay muchas presiones de la propia integración sobre la formulación del pienso. Los contratos de integración, las exigencias de los mataderos (rendimientos, homogeneidad, calidad de canal) o de la gerencia (los costes) condicionan la respuesta de la nutrición y, muchas veces, se escapan de la lógica más elemental.

En la situación de altos precios de materias primas que venimos padeciendo desde hace un tiempo, y que posiblemente se alargue, el factor “coste” ha pasado a tener una importancia capital para los responsables de la alimentación de las empresas productoras de carne de pollo. La evolución del precio de la soja y de los cereales produce un incremento extraordinario de los costes de fabricación de los piensos y, por tanto, de los costes totales de producción. Debemos recordar que la alimentación representa más del 70% del coste final de producción. Es por ello de enorme importancia llevar a cabo una revisión de los factores que, relacionados con la alimentación de los pollos, tienen un mayor impacto sobre el coste.

Evidentemente, el coste del alimento ofrecido a los animales depende de la calidad de las materias primas y de su composición en nutrientes. Sin embargo, no hay que pensar en la fabricación del pienso como único factor de coste relacionado con la alimentación. Determinados índices productivos nos van a ayudar a cuantificar la rentabilidad final del producto: el índice de conversión (IC), el peso vivo (PV) final alcanzado por los animales, el tiempo de crecimiento, la mortalidad, el rendimiento y la composición de la canal y la calidad de la carne. Así pues, en la medida en la que la alimentación de los animales influya sobre estos índices, lo hará, indefectiblemente, sobre la rentabilidad de la producción de carne de pollo.

LA ENERGÍA

Entre los factores relacionados con la alimentación que influyen en la rentabilidad de la carne de pollo se encuentran los niveles de energía y de proteína de los piensos, aunque tradicionalmente se ha considerado la energía como el principal. Parece existir una correlación inversa muy clara entre el nivel de energía de la dieta y el con- sumo de los pollos, y el consumo es uno de los elementos del IC (junto con el PV), que es el factor más importante.

Admitiendo que la energía es el factor más importante, aún queda por determinar cómo vamos a valorar el resultado obtenido en relación con ésta. El IC, como tal, da un resultado sólo parcial, ya que está relacionado con el PV, pero también con la mortalidad. Por lo tanto, si se trata de hacer comparaciones razonables, deberemos trabajar con un IC ajustado a un PV determinado y, además, eliminando el efecto de la mortalidad. Son cálculos relativamente sencillos. Si multiplicamos el IC obtenido por la energía media del programa de alimentación empleado tendremos un nuevo parámetro, el IC energético ajustado, que es de mayor utilidad a la hora de hacer valoraciones. En la actualidad, los resultados de las integraciones en España indican, para el grupo de los mejores resulta- dos de las empresas, valores entre 5.300 y 5.700 kcal/kg, con una media de 5.450 kcal/kg (es decir, que por término medio se utilizan 5.450 kcal procedentes del pienso para conseguir un kg de pollo vivo). Éste es el factor que podemos considerar a la hora de valorar nuestros resultados. Si usamos los objetivos publicados para las estirpes genéticas de más amplio uso en nuestro país y los multiplicamos por la energía recomendada, encontramos valores de 5.300 kcal/kg.

Mejorar este valor de conversión energética es posible con el manejo de la nutrición, pero debemos considerar que si en lugar de valorar los mejores resultados de las integraciones trabajamos con la media de todos los resultados, el valor de conversión energética se eleva casi hasta las 5.800 kcal/kg de media. Así que aún hay mucho camino que recorrer en cuanto a otros factores de crianza que no son únicamente nutricionales.

SEGUNDA PARTE

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