Medidas de Alimentación para Combatir el Estrés Térmico en Pollos de Engorda

Autor: Rafael Duran Giménez-Rico.
Los Avicultores y su Entorno No. 85

El factor medioambiental que de forma más clara controla el consumo de alimento en la avicultura es la temperatura ambiental. Los pollos son animales homeotermos, es decir que han desarrollado distintos mecanismos que les ayudan a mantener una temperatura interna constante, a pesar de los posibles cambios de la temperatura a su alrededor.
La temperatura termoneutra (TN), es el rango de temperaturas entre las que el animal, es capaz de mantener ese equilibrio homeotérmico interno. Entre estas temperaturas, que de forma simplificada la situaríamos entre 20ºC - 24ºC, los pollos de engorda encuentran un óptimo térmico, en el que serán capaces de expresar el mayor consumo de alimento así como su mejor conversión alimenticia. Cuando la temperatura ambiental supera el límite superior de la TN, el animal puede sufrir de estrés térmico y deberá utilizar todos los mecanismos posibles (nerviosos y hormonales) para evitar una hipertermia orgánica que pudiera conducirle finalmente a la muerte. Todos los involucrados en la producción avícola, productores, técnicos, nutricionistas, veterinarios, disponemos de diversos métodos para combatir el estrés por calor en una granja; la intención de esta revisión es repasar algunos de los métodos que se proponen desde hace tiempo desde un punto de vista alimenticio y nutricional.


1.- ¿Qué es el estrés térmico?
El equilibrio térmico del pollo es el resultado neto entre el calor que el animal produce y su disipación hacia fuera. El pollito sufrirá estrés térmico cuando tenga dificultad en mantener dicho equilibrio: calor producido y calor eliminado al ambiente. Los pollos de engorda son particularmente sensibles al estrés por calor ya que el calor metabólico que producen se incrementa al aumentar el ritmo de crecimiento, mientras que la capacidad para disipar calor no lo hace. El equilibrio térmico es un fenómeno interactivo entre el calor metabólico del pollo, la temperatura medioambiental y los procesos fisiológicos empleados en la disipación de calor.

Con temperaturas ambientales altas, entran en acción una serie de mecanismos para regular la temperatura corporal de las aves (manteniendo la homeotermia), dentro de una zona descrita como "zona termo-neutra" (Figura 1). La temperatura corporal normal de un pollo de engorda es de 41ºC. Cuando la temperatura ambiental excede los 35ºC, el ave sufrirá seguramente de estrés calórico, pudiendo aumentar la temperatura corporal.
Las aves, en su esfuerzo por mantener la temperatura corporal ideal, comienzan por perder calor desde los vasos sanguíneos cercanos a la superficie de la piel, en un proceso llamado "enfriamiento no evaporativo". Sin embargo, este mecanismo es sólo efectivo cuando la temperatura ambiente es menor que la temperatura corporal del ave.
A medida que la temperatura ambiental aumenta por encima de la zona termo-neutra del ave, se alcanza "la temperatura crítica superior" del ave (UCT, Figura 1), y el "enfriamiento no evaporativo" (conducción, convección, radiación) resulta inefectivo. El ave no puede eliminar calor hacia el ambiente que le rodea. Si la humedad relativa del ambiente es elevada, la dificultad para eliminar calor por parte del pollo se ve acrecentada.
A estas altas temperaturas, el ave comienza a jadear ("enfriamiento por evaporación") como mecanismo para controlar la temperatura corporal. El jadeo es una manera eficaz de controlar el calor corporal, pero el ave debe recurrir a la utilización de energía para eliminar dicho calor; cuando se llega al jadeo, el pollo de engorda disminuye el consumo de alimento (para evitar aumentar el calor metabólico), se entra en menor ritmo de crecimiento y un empeoramiento del IC. En definitiva, se espera que los animales reduzcan paulatinamente su consumo de alimento al tiempo que aumenta la temperatura ambiental, ya que el calor que el pollo produce aumenta por la actividad de la propia alimentación y el metabolismo resultante de la digestión y posterior asimilación del alimento.


Figura 1.
La respuesta del pollo de engorda a los cambios de temperaturas ambientales

2.- Manipulación nutricional durante estrés por calor

Un aumento de temperatura de 32 a 38ºC en la nave redujo el consumo de alimento en 21.3 g/ave/día y redujo el peso corporal de los pollos a las 8 semanas en 290 gramos (North y Bell, 1990). En otras experiencias llevadas a cabo por Fuller y Dale (1979), sometiendo a dos lotes de pollos a ciclos diurnos calientes - 24 a 35ºC - o fríos - 13 a 24ºC - y alimentados ad libitum, demuestran una reducción del crecimiento del lote en ambiente caliente del orden del 25%. Pero lo más interesante del experimento fue que, otro tercer lote en ambiente frío, pero con ingesta limitada - igual - a la del grupo en ciclo caliente, tan sólo ve reducido su crecimiento en un 16%; es decir, el estrés térmico o la producción de pollos en ambientes cálidos empeora los rendimientos por su efecto depresor del consumo de alimento, pero además por una peor utilización del alimento.
Esta utilización se debe por un lado a las mayores necesidades energéticas de los pollos sometidas a calor para eliminar el más que posible exceso de calor corporal, y por otro a una menor digestibilidad de los nutrientes posiblemente asociada a unas mayores pérdidas metabólicas por parte del animal (Washburn, 1991 en Santomá, 1994). En el trabajo de Washburn también se menciona que los pollos sometidos a altas temperaturas (32ºC) tienen una serie de cambios metabólicos, probablemente inducidos hormonalmente, que tienden a defenderle mejor ante una situación de hipertermia, pero que acaban traduciéndose en peores características de la canal (mayor grasa abdominal y subcutánea, y menor rendimiento de pechuga).


2.1- Energía y proteína
Ya se ha comentado que una menor ingesta energética por exceso de temperatura se traduce en un descenso del crecimiento. Varios autores han demostrado que el aumento de la energía del alimento, mediante concentración energética del alimento, ayuda a sobreponer este contratiempo de forma parcial. Es muy común al realizar formulaciones prácticas en lugares de excesivo calor, el añadir un mayor porcentaje de energía en forma de aceite/grasa a la dieta; esta práctica, además, no solamente aumenta la ingesta de energía por parte del pollo, sino que además disminuye considerablemente el incremento de calor por el menor efecto metabólico de la grasa frente a los carbohidratos.
Por todo lo contrario, es decir por su efecto de dilución energética del alimento, además de por un mayor incremento de calor metabólico en el animal, el nivel de fibra en el alimento debería limitarse o al menos reducirse. Blaxter (1989) informa que el calor metabólico procedente de los carbohidratos en monogástricos es 30% superior que el procedente de grasa.
Pero cuidado con la concentración energética de la dieta, porque esta práctica puede conducir a canales de naturaleza más grasa, oleosa, especialmente en líneas de menor potencial de crecimiento (Geraert et al., 1992 en Díaz y Soto, 2002). Esta misma tendencia es más clara en hembras frente a machos de una misma genética. Parecería que los niveles más adecuados de EM se sitúan entre 2900 y 3100 kcal/kg alimento, según Jaffar et al. (Díaz y Soto, 2002). EM superior a 3200 kcal/kg no son recomendables ni siquiera en situaciones de estrés térmico. El efecto que se busca reduciendo el calor metabólico al añadir grasa, se asocia con frecuencia a una mayor ingesta energética, que en la mayoría de los casos puede resultar peor. Belay y col (1993) evaluaron estas modificaciones en el alimento, centrándose en la supervivencia de los pollos y la calidad de sus canales. Los resultados aparecen en las Tablas 1 y 2.
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Tabla 1.
Efecto de la concentración energética en pollos desde 4-7 semanas, alojados en condiciones de Termoneutralidad (TN) y de Estrés Térmico Cíclico (ET)
* P<0.05
** P<0.01
*** P<0.001

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Tabla 2.
Efecto de la concentración energética en pollos desde 4-7 semanas, alojados en condiciones de Termoneutralidad (TN) y de Estrés Térmico Cíclico (ET)
* P<0.05
** P<0.01
*** P<0.001


Pero además de a la energía, se debe prestar atención al equilibrio aminoacídico durante una situación de estrés térmico. Si decidimos aumentar el nivel de EM de la dieta, no podemos dejar de aumentar proporcionalmente el resto de nutrientes. Y sin embargo, en esta situación de calor, se recomienda reducir los niveles de proteína bruta del alimento. Ambos procesos, aumento de aminoácidos por un lado y reducción de niveles de proteína por otro, han sido estudiados de manera extensiva. En periodos de calor, aquellas dietas con menor nivel proteico y suplementadas con lisina y metionina, dieron mejores resultados que las de elevado porcentaje de proteína (Waldroup et al., 1976 en Daghir, 1995).
Ait-Tahar y Picard (1987), en un estudio sobre necesidades proteicas de los pollos sometidos al calor, demuestran que elevar la proteína bruta hasta 26% no mejora los resultados a 33ºC frente a 20ºC; es más, si los niveles de proteína fueron aumentados sin un incremento proporcional de lisina, se produjo una reducción significativa del crecimiento y del IC. En otro estudio, al reducir la proteína desde 20% hasta 16% sin modificar los niveles de lisina ni de metionina, se mejoró la ganancia de peso durante una situación de estrés por calor, aunque al mismo tiempo tanto el IC como el rendimiento de la canal se vieran algo perjudicados (Alleman y Leclerq, 1997 en Díaz y Soto, 2002).
Resulta interesante señalar que la utilización de la energía de la dieta depende del nivel proteico de la misma: de esta forma, con aumentos progresivos de proteína desde 20 hasta 40%, en una prueba de Hoffman et al (1991), la eficiencia de utilización de la energía se vio afectada desde 75 hasta tan sólo 69% en pollos en crecimiento.

El nivel de proteína y el equilibrio de aminoácidos puede llegar a ser más crítico todavía que el porcentaje de energía de grasa y carbohidratos: el incremento térmico como resultado del metabolismo proteico es 25% más alto en aves frente a cualquier otro animal monogástrico (Swick, 1993).
Una forma propuesta por Waldroup (1976) para controlar el exceso de proteína y mejorar el rendimiento de los pollos de engorda durante una situación de estrés por calor, resulta de aplicar los programas de formulación al mínimo costo; en la Tabla 3 se comparan los resultados de 4 métodos de formulación aplicados a pollos sometidos a calor: el tratamiento 1 se formuló sin fijar un mínimo de proteína bruta, pero cumpliendo los mínimos de aminoácidos esenciales del NRC; para el tratamiento 2 se minimizaron los excesos de aminoácidos no esenciales al reducir al máximo la proteína bruta y empleando al máximo niveles de lisina y metionina sintéticas; el tratamiento 3 se formuló con un 110% de los mínimos de aminoácidos esenciales según el NRC y el tratamiento 4, se fijaron unos mínimos de 23.3% y 20.5% de proteína bruta para el arranque y el crecimiento, respectivamente.
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Tabla 3.
Efecto de la formulación en pollos sometidos a estrés por calor (Waldroup y col., 1976).
El segundo tratamiento dio los mejores resultados; de manera práctica se explicaría como que se maximizó el empleo de aminoácidos sintéticos al tiempo que se redujo el nivel de proteína para cubrir los requerimientos de lisina y metionina. Esto, que ya se realizó en 1976, marca tendencias actuales en la formulación de alimentos:
reducir lo más posible el aporte de proteína bruta, prestando una especial atención a los aminoácidos esenciales para no comprometer el rendimiento de los pollos de engorda.
El pollo, además, aumentará el consumo de agua para tratar de compensar la pérdida de ésta, debida a la evaporación, pero la situación se complica por el hecho de que la capacidad del cuerpo de retener agua se reduce según aumenta el proceso de enfriamiento por evaporación. Dando agua de bebida fría puede ayudar a la reducción del estrés térmico; lo veremos más adelante.


2.2.- Minerales y Vitaminas
En pollos bajo estrés térmico se pueden dar distintos desequilibrios ácido-base. Cuando las temperaturas ambientales sobrepasan el UCT, las aves aumentan el jadeo diez veces (de una respiración normal de 25 respiraciones por minuto a 250 respiraciones por minuto, Nilipour, 2000). Un jadeo excesivo conlleva a una mayor pérdida de dióxido de carbono (CO2), aumentando los niveles de bicarbonato en el plasma y aumentando el pH de la sangre y provocando alteraciones graves del equilibrio ácido-base, del equilibrio electrolítico. Datos de la literatura indican que el equilibrio electrolítico - dEB - del alimento puede afectar los rendimientos del pollo de engorda y pavos en situaciones de calor excesivo. El empleo de electrolitos en la alimentación de las aves es práctica ya clásica y muy efectiva. El crecimiento de pollos de engorda mejoró mediante la aplicación de agua carbonatada (Bottje, 1985, citado en Teeter, 1995) o con la suplementación con ácidos, tales como el cloruro de amónico - ClNH4 - o clorhídrico - ClH -, sugiriéndose (Teeter y col., 1985) que el mantenimiento de CO2 y/o del pH sanguíneos son críticos para el crecimiento.
El ave tiende a corregir el pH alcalino de la sangre excretando el bicarbonato a través de la orina. El cambio de pH en sangre junto a las pérdidas de bicarbonato por orina pueden afectar gravemente la salud y el metabolismo normal de pollitos y ponedoras. El bicarbonato está cargado con "iones" negativos (HCO3¯) que deben formar complejos con "iones" cargados positivamente tales como el potasio (K), para ser excretados en la orina. Por otra parte, un estrés de calor excesivo puede conducir a la situación contraria de pH, es decir, a una situación de acidosis metabólica por disminución drástica de HCO3¯.
Debido a que el potasio es importante en el mantenimiento del equilibrio de agua intracelular (bombas iónicas), una pérdida excesiva de iones de potasio a través de la orina, reduce la capacidad del ave para mantener este equilibrio del agua. Por tanto, mientras las aves compensan las pérdidas de agua asociadas al jadeo consumiendo más agua, su retención en las células es limitada por la pérdida simultánea en la orina de electrolitos tales como el potasio (Belay et al., 1992). Beker y Teeter (1994) encontraron que la suplementación de agua con 0.5% de ClK a temperaturas de 26.7ºC condujeron a mejores crecimientos, aunque ésta temperatura no pueda ser considerada como una situación de estrés por calor. Otros estudios, sin embargo, no demostraron efecto alguno del KCl, o tan sólo un mayor consumo de agua (Smith y Teeter, 1992). El K en otras formas químicas - sulfatos, citratos y ortofosfatos - mejoraron el peso, y disminuyeron la mortalidad (Smith y Teeter, 1989; Shalaby y col., 1998).
Bottke y Harrison (1985) corrigieron el estado de alcalosis en pollos simplemente carbonatando el agua de bebida (mencionado arriba): observaron una mejora del peso y de la supervivencia frente a lotes que bebían agua directamente del grifo. Otros trabajos mejoran el crecimiento añadiendo cloruro de amónico al alimento o en el agua de bebida (Teeter y Smith, 1986).
Hay numerosísimos trabajos en los que se estudia el efecto de añadir NaHCO3 al alimento o agua, para combatir precisamente lo ya comentado, una posible situación de acidosis metabólica, consecuencia de un desequilibrio previo de alcalosis. En ponedoras por ejemplo, la sustitución de parte del ClNa por NaHCO3, es práctica corriente y puede resultar beneficiosa en la producción del cascarón del huevo. La suplementación con 0.8% de NaHCO3, sin embargo, aumentó la mortalidad, especialmente en aves adultas, y por tanto no se recomienda (Díaz y Soto, 2002); Hayat y col (1999) demostraron que la suplementación con NaHCO3 desde 0.2 a 0.5% en alimento, mejora el consumo de éste y el IC. Más lejos todavía, Abou-El-Ella y Ismail (1999), añadieron 1.0% de NaHCO3 en el alimento frente a 0.2 y 0.5% y encontraron mejores resultados, eso sí, en ambiente de calor y humedad relativa elevada. Algunos autores fijan ese 1.0% de NaHCO3, como nivel máximo aconsejado en cualquier situación. Por otra parte, la suplementación de bicarbonato bajo forma de KHCO3 ha resultado ser peor que las fuentes sódicas (Hayat y col., 1999).
Más allá de los electrolitos, McCormick y col. (1980) concluyen que gran parte de la mortalidad en situaciones de estrés por calor puede reducirse manteniendo una relación Ca:P adecuada. Dicha relación, según el autor, guarda estrecha relación con el Ca encontrado en plasma. La supervivencia en pollos racionados fue superior cuando la dieta previa a ese periodo de restricción, estaba formulada con 0.3% Ca y 0.55% P, frente a 1.0% Ca y 0.5% P. Ya en 1990 (Orban y Roland), encontraron una interacción entre temperatura y P sobre la dureza ósea, las cenizas en tibia y en la mortalidad de los pollos. Cier y col (1992b) evaluaron el efecto de niveles variables de P disponible en alimentos de pollos sometidos a calor en una región determinada de Israel: niveles por encima de 0.45% en inicio y 0.40% en crecimiento no mejoran ni el ritmo de crecimiento ni el IC. Incluso, niveles más elevados - 0.55 y 0.51%, respectivamente - provocaron camas húmedas.
Otros trabajos concluyen que los cambios en las relaciones en plasma de los distintos iones debido al estrés por calor conducen a una menor intolerancia frente a éste. Es por esto, entre otros motivos, que desde el punto de vista más práctico de la alimentación, la formulación, se intente mantener un equilibrio iónico determinado. Éste se considera a partir de los niveles de Na+K-Cl en la dieta total; se expresa en términos de mEq, usándose esta unidad sobre la base de que los minerales se encuentran en niveles bajos en los alimentos. Mediante el empleo del peso molecular de cada uno de estos iones y sus porcentajes en la dieta, se calcula el equilibrio iónico, en mEq, que establece que entorno a 250 mEq sería lo más normal en una dieta.

Teeter y Belay (1996) realizan una revisión en la que estudian cómo tratar a los pollos en condiciones de calor; llegan a la conclusión de que sólo existe un común denominador que aporta una correlación positiva entre tratamiento y respuesta positiva en ganancia de peso, y éste es el de incrementar el consumo de agua. Sus datos sugerían que las distintas suplementaciones en el agua de bebida alteraban el ritmo de crecimiento básicamente por un estímulo sobre los animales a un mayor consumo de agua.
Ya que un exceso de calor disminuye el consumo de alimento y nutrientes, el empleo de una adición a la dieta de electrolitos junto con vitaminas - en agua por ejemplo - es práctica bastante habitual en zonas cálidas. El empleo de vitaminas en situaciones de calor es práctica recomendada desde hace ya años (Faber, 1964). Aunque los distintos estudios al respecto no suelen ser concluyentes. La vitamina C (ácido ascórbico) parece tener efectos beneficiosos en situaciones de estrés por calor. Los niveles de ácido ascórbico en sangre se ven reducidos en golpes de calor. Lyle y Moreng (1968), informaron que el ácido ascórbico limitó el aumento de temperatura corporal durante estrés producido por calor.
Más reciente, Kutlu y Forbes (1993) encuentran mejoras en pollos sometidos a calor excesivo y suplementados con vitamina C. Kutlu (2001) mejora el peso final al añadir entre 200-250 mg/kg alimento, además los 250 mg/kg mejoraron el rendimiento de la canal, produciendo canales más magras. En el agua de bebida, Sayed y Shoeib (1996), añadieron 0.5 g/l, y mejoraron también el peso vivo final.
Añadiendo 250 mg/kg de vitamina E, Sahin y col (2001) concluyen que logramos reducir los efectos nocivos del estrés por calor en pollos. Sin embargo, niveles de 150 IU/kg de vitamina E, mejoraron el consumo de alimento y el IC, pero de forma no significativa (Morillo y col., 2000).
La vitamina B2, Riboflavina, mejoró la productividad de pollos sometidos a calor a niveles de 10 mg/kg (Kwon y col., 1999). Mientras, el ácido nicotínico - B3 - a niveles de más de 100 mg/l en agua de bebida, redujo algo las temperaturas corporales de los pollos durante estrés por calor, pero su efecto en rendimiento no se apreció (Ribeiro y col., 2001).


2.3- Consumo de agua, temperatura de la misma
El consumo de agua en pollos estresados por calor es crítico. Su importancia se realza cuando se señala que cerca del 80% del calor que el pollo disipa desde su cuerpo, lo hace por evaporación - jadeo -. Como ya hemos visto, el empleo de distintas sales en el agua de bebida altera el equilibrio ácido-base u osmótico, provocando un aumento de la ingesta de agua y alterando el equilibrio de agua. Aquellos pollos con balance positivo de agua están mejor predispuestos a mantener su temperatura corporal en homeostasis. Esta relación cobra especial relevancia en el pollo de engorda comercial, ya que el estrés por calor aumenta la producción de orina, independientemente de cuál sea su consumo de agua, y fuerza al animal a beber más agua que la requerida tan sólo para reemplazar la perdida por evaporación.
El aumento del consumo de agua con ClK (visto anteriormente) y/o la disminución de la temperatura del agua, elevan la capacidad de disipación de calor por evaporación, así como la eficiencia en el jadeo. Hay información que habla de logrando un aumento del 20% en la ingesta de agua sobre el consumo normal, supone una eliminación de calor por jadeo superior en un 30% al normal (Teeter y col., 1996). Los pollos de engorda actuales han perdido la capacidad de conservación de fluidos al estar en situación de excesivo calor, a diferencia de especies aviares salvajes.
La temperatura del agua de bebida ha demostrado ser un aspecto muy importante en la lucha contra el estrés provocado por calor. En la Tabla 4 mostramos resultados de pruebas realizadas por Teeter y col (1996) en las que agua sometida a distintas temperaturas y enriquecida con ClK (0.5%), aumentaron el consumo de alimento, el crecimiento, cuando la temperatura del agua fue inferior a la corporal del pollito.
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Tabla 4:
Efecto de la temperatura y el ClK en pollos de engorda sometidos a estrés por calor.

Tres pruebas combinadas en 1 Tabla
a,b,c,d: medias con letras distintas difieren significativamente (P<0.05).
 

2.4.- Retirada del alimento.
Dado que el consumo excesivo de alimento eleva la mortalidad en pollos de engorda bajo estrés por calor, podríamos especular que una disminución del consumo de alimento ayudaría a mejorar la supervivencia de las aves. Retirar la ración - racionar - y sus efectos en la supervivencia es algo documentado ya desde finales de los 70’s (McCormick y col., 1979), que encontraron un efecto positivo al retirar el alimento 24, 48 ó 72 horas.
Teeter (1987), una vez más, nos muestra cómo racionamientos de pocas horas pueden ayudar en la supervivencia de los pollitos en estrés por calor (ver Tabla 5).

Tabla 5:
Efecto de la duración de la retirada del alimento sobre la habilidad del pollo de engorda para sobrevivir en situación aguda de estrés por calor (2 experimentos).
(1): 32.3 º C y Humedad relativa del 55%
a,b,c,d: medias con letras distintas difieren significativamente (P<0.05).

La tabla nos muestra la importancia de retirar el alimento horas antes de que se dé la situación de estrés térmico, mientras que después de comenzar éste, el retiro del alimento ya no supone ayuda alguna o muy poca. Un racionamiento de 6-8 horas parecería ser el máximo deseable, para seguir manteniendo un nivel productivo adecuado; 6 horas de retiro junto con 6 horas de estrés, serían ya 12 horas en las que los pollitos no comerían nada.
Para que esta técnica sea efectiva es importante sincronizar el racionamiento con el comienzo del estrés: para aquellos que así lo requieran, la temperatura corporal del pollo aumenta en 0.5ºC durante las fases iniciales de una situación de estrés por calor.
No hace falta ni mencionar que esta técnica debe aplicarse cuando lo que realmente preocupa es la mortalidad en la granja por calor, ya que los ritmos de crecimiento se pueden ver algo alterados.


3.- ¿Cómo puede ayudar la betaína?
La betaína, un extracto natural de plantas, puede compensar los efectos negativos del estrés térmico en avicultura. En el control del equilibrio de agua y la presión osmótica celular, especialmente en situaciones de estrés, las células utilizan las bombas iónicas, mecanismo que requiere un gasto energético importante. La betaína actúa como un osmolito, ión orgánico, que penetra en las células, aumentando la concentración osmótica intracelular, ayudando al pollito a retener agua en el interior de las células; este es un proceso que además supone un ahorro de energía importante para el animal.
El impacto positivo de la betaína sobre los resultados productivos de aves sometidas a estrés térmico ha sido demostrado ampliamente en ensayos llevados a cabo en todo el mundo.
En una prueba llevada a cabo en la Universidad del estado de Oklahoma, USA, los pollos fueron sometidos a un ciclo de temperaturas ambientales muy cambiante (12 horas a 24ºC, un ciclo de 3 horas de 24 - 37ºC, 6 horas a 37ºC, un ciclo de 3 horas de 37 - 24ºC).
La betaína mejoró la supervivencia, la ganancia de peso y el índice de conversión a los 48 días de edad.


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Tabla 6.
La betaína mejora los resultados productivos de pollos de engorda sometidos a estrés por calor desde los 19 a los 48 días de edad.
1 Betafin BT (97% betaína) x P<0.06;Universidad Oklahoma State, USA
El impacto positivo de la betaína en los resultados productivos se ha demostrado también en una unidad comercial de Tailandia. La prueba se llevó a cabo durante la época de calor (marzo-abril), cuando las temperaturas diurnas eran de 30 - 39ºC. Los resultados productivos de dos grupos de 15,000 aves se monitorearon desde los 23 - 43 días de edad.
A uno de los grupos se le dio un típico suplemento vitamínico en el agua de bebida durante tres días que estaban fuera del régimen, mientras que al segundo grupo se le dio betaína al 0.05% en el agua de bebida durante el mismo período. Los resultados en la Figura 2 muestran que el IC del grupo tratado con betaína mejoró de 1.95 a 1.84 y la mortalidad cayó de 5.28 a 3.72% a los 43 días de edad.


Figura 2.
La betaína mejora los resultados productivos de pollos de engorda expuestos a altas temperaturas ambientales (30 - 39ºC).

3.1.- La betaína como donante de grupos metilo

La betaína es, además, un donante de grupos metilo, y puede reemplazar en su función de donante de CH3, hasta un 15 - 20% la metionina de la dieta (10% del total de aminoácidos sulfúricos) y hasta el 100% de la colina de la dieta comercial para pollos de engorda, resultando en un ahorro de costo de la ración.
En el estudio con pollos de engorda llevado a cabo en la Universidad Agrícola de Atenas, Grecia, todo el cloruro de colina y aproximadamente el 15% de la metionina se reemplazaron con betaína (Betafin, 750g/t). Las aves fueron expuestas a las temperaturas del verano, que llegaron a los 40ºC. A pesar de la reducción de los niveles de metionina/colina, la betaína mejoró significativamente el crecimiento (3.5%) y el IC corregido (6%) - Tabla 7.


Tabla 7. La betaína mejora los resultados productivos de pollos de engorda expuestos a temperaturas de hasta 40ºC y alimentados con dietas con reducción de metionina y cloruro de colina.

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a, b medias sin una letra común difieren P<0.05; 
1Betafin S1 (96% betaína) a 750 g/tonelada en dietas con reducción de metionina ~ 15%; 
2Corregido 3 puntos/100 g peso.
Universidad de Agrícola de Atenas, Grecia. Danisco Animal Nutrition Technical Report: Betafin.B.GRE.01.42

Conclusiones
Los pollos de engorda son especialmente sensibles al estrés por calor, ya que el calor resultante del metabolismo aumenta al estar éstos creciendo, mientras que su capacidad de disipación de ese calor no mejora.
Cuando el calor producido por los pollos de engorda supera al calor que son capaces de eliminar al medio ambiente, éstos entran en situación de estrés: la respuesta más natural del pollito en ese momento es disminuir el consumo de alimento en un esfuerzo por rebajar el nivel de calor del metabolismo normal del proceso alimenticio.
Dentro de las medidas de las que el productor dispone en su intento por ayudar al animal en esta situación, cabe señalar las relacionadas más que nada con un mejor manejo de las naves - comederos, iluminación, ventilación, etc. - , además de las que hemos repasado en el trabajo, íntimamente ligadas a la alimentación.
La concentración energética con mayor inclusión de grasa es una de ellas; cuidado con la calidad de la canal. Además, resulta eficaz el diseño de dietas bien equilibradas en aminoácidos esenciales, al tiempo que se reducen los niveles de proteína bruta de la ración.
El empleo en agua de bebida o en forma sólida de vitaminas, minerales, electrolitos en general, también es apuntada como una forma más de ayudar al pollo de engorda en situación de estrés térmico: el efecto encontrado es un estímulo en el consumo de agua.
Utilizar agua a temperatura inferior a la temperatura del ave es también un mecanismo a tener en cuenta.
El racionamiento de los pollos varias horas antes del estrés, suponen una mejora significativa de la supervivencia de los pollitos.
Los estudios realizados bajo condiciones de temperatura controlada, así como los ensayos prácticos conducidos bajo altas temperaturas ambientales, han mostrado el impacto positivo de la betaína en los pollos de engorda. Las mejoras en el crecimiento, en el índice de conversión y en el índice de supervivencia (o en el menor % de mortalidad), sugieren que la adición de betaína debería ser considerada como parte de una estrategia global, que incluiría además mejoras en el alojamiento y el manejo de las aves para minimizar el estrés térmico.